martes, 27 de julio de 2010

Nietzsche y las mujeres

Nietzsche y las mujeres

Más de una vez en mí andanzas de la vida he topado con mujeres a quienes le he comentado de este autor y su reacción no ha sido de las mejores. Es cierto, quizás la imagen que se le ha dado ha sido errónea y muchos de sus escritos bajo una simple leída podrían parecer retrógrados u horripilantes. Pero su obra es polémica cuando la leemos a la ligera y no tomamos conocimieto, no sólo del contexto de su tiempo, sino que además enlazamos el contexto de las mil y un estilos filosóficos y religiosos que encontramos en la obra.

Acá les dejo un estraco de “Así habló Zaratustra” en que habla de las mujeres y puedo admitirles que en la leída me pareció extraño, pero al reeleerlo pude entender su punto de vista llegando hacer extrapolaciones con la actual forma de actuar de la mujer, en especial lo que ocurre, algunas veces, con las madres solteras. Dense el tiempo de leerlo completo y tratar de derribar el prejuicio, si lo tienes, sobre este autor.


De viejas y jóvenes
¿Por qué te deslizas tan furtivamente por el crepúsculo, Zaratustra? ¿Y qué tienes escondido bajo el manto, con tanta cuidado? ¿Es un tesoro que te han regalado? ¿Es una criatura que te ha nacido? ¿O es que tú mismo, amigo de los malos, andas ahora por los caminos de los ladrones?
“En efecto, hermano”, respondió Zaratustra, “es un tesoro que me han regalado; se trata de una pequeña verdad. Pero es revoltosa como una criatura, y, si no le tapo la boca, chilla que te chilla.
Cuando hoy, a la hora del ocaso, recorría solito mi camino, encontré a una viaje, que me habló a mi alma como sigue:
“Mucho nos han dicho Zaratustra también a las mujeres, pero nuna nos habló sobre la mujer”.
Y le respondí: “Sobre la mujer a de hablarse solamente a los hombres”.
“Háblame también a mí sobre la mujer”, insistió ella. “Soy lo suficientemente vieja como para olvidar al instante tus palabras”.
Accedí al ruego de la vieja y la hablé como sigue:
Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una solución: el embrazaro.
El hombre es para la mujer un medio; el fin es siempre el hijo. Pero ¿qué es la mujer para el hombre?
Dos cosas quiere el hombre de verdad: el peligro y el juego. Por eso, quiere a la mujer, que es el juguete más peligroso.
El hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer, para solaz del guerrero; todo lo demás son tonterías.
No quiere el guerrero los frutos excdsivamente dulces. Por eso, quiere a la mujer; hasta la mujer más dulce es amarga.
Mejor que el hombre, entiende a los niños la mujer, pero el hombre es más niño que la mujer.
En el hombre de verdad, hay un niño, que quiere jugar. ¡Ea, mujeres, descrubrid el niño que hay en el hombre!
La mujer debe ser un juguete límpio y fino cual la piedra preciosa, nimbado de las virtudes de un mundo por venir.
¡En vuestro amor, mujeres, debe brillar el rayo de una estrella! Vuestra esperanza ha de ser esta: “¡Que de mis entrañas salga el superhombre!”, ¡En vuestro amor debe haber coraje! ¡Con vuestro amor debéis enfrentar al que os infunde miedo!
¡En vuestro amor debe estar vuestro honor! Poco sabe la mujer del honor; que vuestro honor sea amar siempre ás de lo que sois amadas y no quedar nunca en zaga.
Debe temer el hombre a la mujer amante; ella no retrocede ante ningún sacrificio y, fuera de su amor, nada tiene valor para ella.
Debe temer el hombre a la mujer encedida de odio; pues, en el fondo del alma, el hombre es tan sólo maligno, pero la mujer es allí mala.
“¿A quién odia la mujer más enconadamente?”, preguntó el hierro al imán: “A ti te odio más, pues atraes, pero no eres lo suficientemente fuerte como para retenerme”.
La felicidad del hombre reza: yo quiero. La felicidad de la mujer reza: él quiere.
“¡En este momento el mundo ha llegado a la perfección!”, así piensa toda mujer cuando obedece por amar de todo corazón.
Y la mujer debe obedecer y hallarle una profundidad a su superficie.
El alma de la mujer es una superficie, una película movediza e inquieta que sobrenada en aguas poco profundas.
El alma del hombre, en cambio, es profunda; su torrente se precupita por grutas subterráneas. La mujer barrunta su fuerza, pero no la entiende”.
Entonces, me dijo la vieja: “Muchas cosas lindas dices Zaratustra, sobre todo, para la gente joven. Es extraño: poco conoce Zaratustra a las mujeres, y, sin embargo, lo que dice sobre ellas es muy cierto. ¿Será porque en la mujer nada es imposible? ¡Acepta de mí en selak de gratitud una pequeña verdad! ¡Si seré lo suficientemente vieja como para haberla averiguado! Envuélvela bien y tápale la boca: si no, chillará esta pequeña verdad”
“¡Venga mujer tu pequeña verdad!”, dije. Y la vieja habló como sigue: ¿Andas con mujeres? ¡Pues no olvides el látigo!
Así habló Zaratustra.”


*Texto producido por el staff de fromdistantearth.blogspot.com, todos los derechos reservados. Texto citado de “Así hablaba Zaratustra”, Nietzsche, Friedrich (1883).

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