martes, 3 de agosto de 2010

El terapeuta afectivamente trastornado

El terapeuta afectivamente trastornado

Muchas suelen ser las causas que jóvenes dan para responder al porqué eligieron la carrera de Psicología; quiero ayudar a los demás, me gusta trabajar con gente, quiero mejorar el mundo, entre otras. Así mismo, luego, lo que muchos psicólogos(as) dicen que se escoge esta carrera pues tenemos algo personal que solucionar. Esta última no está lejos de lo que la psicóloga polaca Alice Miller (1923-2010), quien, conocida por sus trabajos sobre el maltrato infantil y su efecto en la sociedad, afirma que las personas que toman la decisión de volverse terapeuta se debe a que sufren de un trastorno afectivo, producto de su infancia, sea, por ejemplo, un trastorno afectivo bipolar o un trastorno de personalidad narcisa, entre muchos otros. Es en su obra magna “El drama del niño dotado y la búsqueda del verdadero yo”, que debido a trastornos afectivos es que hace a la persona interesarse por los demás, a través de un proceso de búsqueda por terminar con esa necesidad no cubierta en la niñez, en el que la interacción con otros lleva a liberarse y encontrar el verdadero yo que puede estar oculto durante toda la vida de una persona. La misma autora afirma que gran parte de los problemas se debe al trato que la madre le da a su hijo llevandole al desprecio que condicionará la forma de interactuar que tendrán la persona con los demás, con el fin de terminar con ese desprecio, el cual, puede presentarse de muchas maneras, el individuo se embarca en un viaje en el que a través de los demás podrá encontrar su verdadero yo.

La idea de la autora, en resúmen, dice que la única forma de entender un trastorno psicoógico es padeciéndole, logrando comprenderlo y generando una mejor empatía con quienes también lo padecen. Exacerbando tal afirmación podríamos decir entonces que ¿los trastornos psicólogico más fuerte como lo son el trastorno de ánimo bipolar o la esquizofrénia haría de quien lo padece un buen terapeuta?



*Texto producido por el staff de fromdistantearth.blogspot.com, todos los derechos reservados

El cerebro de oro

El cerebro de oro

En las cartas desde mi molino de Alphose Daudet encontré un relato que, aunque parezca un tanto raro, tiene mucho en común con estas observaciones. Para concluir este capítulo sobre el niño explotado, quisiera resumir aquí su contenido.

Érase una vez un niño con un cerebro de oro. Sus padres lo advierton por azar cuando, a consecuencia de unaherida en la cabeza, le brotó oro en vez de sangre. Empezaron a protegue cuidadosamente al niño y le prohibieron el trato con otros niños, para evitar que le robaran. Cuando el niño creció y quiso recorrer el mundo, su madre le dijo: “Hemos hecho tanto por ti que también nosotros deberíamos participar de tus ríquezas”. El hijo se sacó entonces un gran trozo de oro del cerebro y se lo dio a su madre. Durante un tiempo vivió a lo grande con su riquezas, en compañoa de un amigo que, sin embargo, le robó una noche y desapareció. El hombre decidió entonces proteger su secreto en el futuro y trabajar, porque las provisiones disminuían a ojos vistas. Un buen día se enamoró de una muchacha hermosa que también le amaba, aunque no más que a los preciosos vestidos que de él recibía a manos llenas. Se casó con ella y se fue feliz, pero la esposa murió al cabo de dos años y, para pagar su entierro, que tenía que ser grandioso, el marido gastó el resto de la fortuna que le quedaba. Débil, pobre e infeliz deambulaba un día por las calles cuando, en un escaparte, vio un par de hermosos botines que a su mujer le hubieran quedado perfecto. Olvidando que su esposa había muerto –tal vez porque su cerebro vacío ya no podía trabajar-, entró en la tienda para comprar los botines. Pero en ese instante cayó a tierra y el vendedor vio en el suelo a un hombre muerto.

Daubet, que habría de morir de una enfermedad de la médula espinal, escribió al final: “Esta historia parece inventada, pero es real de principio a fin. Hay personas que tienen que pagar las cosas más insignificantes de la vida con su sutancia y su médula espial. Se trata para ellos de un dolor enternamente recurrente. Y luego, cuando se cansan de padecer...”

¿No se cuenta el amor maternal entre las cosas más “insignificantes”, pero también más imprescindibles, de la vida, que mucha gente –paradojicamente- ha de pagar con la renuncia de sus espotaneidad vital?

Capítulo “el cerebro de oro” del libro “El drama del niño dotado y la busqueda del verdadero yo”. Alice Miller.