martes, 21 de abril de 2009

El Ser y el Tiempo, la propuesta de Heidegger

El Ser y el Tiempo, la propuesta de Heidegger.




El filósofo alemán, Martin Heidegger (1889-1976), intentó crear una ontología o doctrina del ser que incluya todas las condiciones y determinaciones necesarias para que se le pueda fundamentar de un modo absoluto. Ahora bien, hay que tener en cuenta que a la hora de preguntarnos por ese ser , que:


"1. Lo que se pregunta
2. Aquello que es interrogado
3. Lo que se halla


El primer problema se presenta a la hora de preguntarle por el ser y hallar su sentido. Y este ente es el hombre, puesto que la pregunta surge de él. El hombre, pues, es un ente que es definido por Heiddeger como un Dasein o “ser-ahí”. Analizando a este ser-ahí, nos encontramos que su modo de ser, su manera de realizar el ser es la “existencia”: éste será, pues, el primer objetivo de nuestra investigación: la existencia del hombre, con el fin de pasar luego al ser y existencia en general, objetos de la ontología.


La existencia, por tanto, es esencial al ser-ahí; ahora bien, lo esencial del existir es estar en una situación determinada: el hombre existe en un país, en un tiempo concreto, en una circunstancia especifica; en otras palabras, está en el mundo, por el hecho de existir. Resumiendo, lo esencial y básico de la existencia del “ser-ahí”, es el “ser-en-el-mundo” (in-der-Welt-sein). En otras palabras: el hombre “se halla” en el mundo, “caído” de él, “abandonado” en él, “arrojado”.


El ser-en-el-mundo implica a su vez varias trascendencias, primeramente la del ser consigo mismo: el hecho de que el ser se existencia o salga de sí para ir a la concreción del ser-ahí implica un transcenderse a sí mismo. En segundo lugar, el ser-ahí transciende al mundo en que está arrojado. Por último, transciende al mundo no sólo por el hecho de que “da sentido al mundo”, lo supera, va más allá de él, lo transciende. Por otro lado, la existencia del ser-ahí es una limitación del ser, un reducirse a algo concreto, renunciando el ser a las infinitas posibilidades de existir que tiene. Sin embargo, desde otro ángulo, el existente tiene infinitas posibilidades de hacerse, ya que el destino del ser es hacerse existente: el hombre es esencialmente libertad.


En cuanto al de las cosas del mundo, hay que decir que no son; solamente sirven-para, son útiles-para, etc.; las cosas que no tienen existencia y ser propios, sino solamente un “ser-para-otro”. El conjunto de todos los seres-para-otros forman el “mundo”. Más aún, las cosas, el mundo, son para el hombre, el cual se encarga de utilizarlas para sus fines y, por tanto, de hacerlas pasar de las infinitas posibilidades que tienen de servir a una concreta determinada: las cosas son para el hombre y éste las realiza y sitúa en una determinación. En consecuencia surgen en el hombre unos sentimientos que son la “preocupación” o “cuidado” por las cosas que nos rodean y la “solicitud” por los demás existentes humanos. El hombre, arrojado en la existencia, tiene estos sentimientos como concomitantes de su existencia, como modos de existir. Pero ambos son modos bastardos, ya que las cosas nos atraen la atención, nos preocupa, haciéndonos olvidar de nosotros mismos y de nuestra existencia. La solicitud por los demás existentes hace que nuestro ser-ahí sea también un “ser-con” los semejantes por quienes nos preocupamos y a quienes ayudamos. La preocupación por las cosas y la solicitud de los demás hace que ya no seamos nosotros mismos: nos reduce a una existencia “inauténtica” en la que prevalecen las cosas, los demás, lo oficial y artificial, el “se dice”. “se hace” sobre el auténtico yo. Tales actitudes inauténticas y triviales se llevan a cabo con el fin de huir de uno mismo, de la nada que asedia al hombre y lo constituye; entre todas las posibilidades de realización del hombre sólo una le redime y vuelve sobre sí, en forma de existencia “auténtica”: la muerte. Es la posibilidad propia incondicionada, insuperable y cierta del hombre: el fin de su existencia, la muerte. Entonces, de la misma manera que la solicitud ata el hombre al mundo, la “angustia” lo desliga de él, mostrándole la autentica verdad de la existencia: el morir, la nada. De este modo, se pierde interés por el ser de lo que nos rodea y aceptamos libremente la auténtica realidad de nuestro existir o “ser-para-la-muerte”. La angustia me revela el hecho de que mi Ser es la Nada. Las cosas y los demás siguen existiendo, pero ya no me interesan; y entonces el “ser arrojado” en la existencia ya no figura como tal “arrojado”, sino que se “coge”, repite”, “se asume la responsabilidad” del propio destino hacia la nada. Pero ha que entender que la muerte no es una aniquilación impuesta desde afuera, algo ajeno a la existencia: es un acto esencial de la existencia.

Con todo esto recobramos también el verdadero concepto de tiempo. El ser es el tiempo. El ser, al pasar al existir, se despliega en el tiempo, pero hay dos formas de tiempo: el empírico, el mundano, ligado a la vida inauténticas, difuminado en infinitos momentos llenos de preocupación, miedo, presencialidad en el ahora de las cosas que pasa; por otra parte, el tiempo originario, el autentico, en que la atención se centra en el futuro, mediante la angustia, el vivir para la muerte y la conciencia de la finitud e insuficiencia del presente, puesto que está abocado a la muerte. Al primer tiempo va ligada la historia; al segundo la historicidad, la cual es un poner entre paréntesis los acontecimientos del tiempo de la historia, para centrar la atención en el acontecimiento primerio: la producción de las cosas en su nada esencial. No niega, por otra parte, la existencia de Dios, pero tampoco la afirma. Sólo se ocupa de la existencia y el ser del hombre."



* texto citado de la Enciclopedia monitor. Modificado levemente el párrafo inicial por el staff de fromdistantearth.blogspot.com

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