miércoles, 27 de enero de 2010

Un claro ejemplo de la predisposición perceptiva

Un claro ejemplo de la predisposición perceptiva...

Se le conoce como percepción a la capacidad, quizás, propia de los seres humanos, con la que es capaz de recibir, interpretar y comprender la información elaborada por los sentidos. Es, también, una de las áreas más estudiadas de la psicología que, junto a la neurociencia y la fisiología, buscan comprender el cómo el organismo capta y elabora los estímulos desde el medio y el cómo se interpreta a estos.

Existe un gran número de teorías que explican, desde distintos puntos de vista como el de la Gestalt, el singular fenómeno perceptivo. Éste, según las diversas teorías, presenta distintas leyes como las que la misma Gestald nos presenta; la buena forma, la próximidad, la semejanza, del cierre, la continuidad, de figura-fondo. La mayoría centrada en la percepción visual.

Antes de lo anterior, existía la que actualmente se conoce como teoría clásica de la percepción propuesta por el fisiólogo alemán Hermann Ludwig Ferdinand que sostiene dos leyes fundamentales; la constancia perceptiva y la predisposición perceptiva. La primera nos señala que aunque el fondo cambie, el objeto será constante. La segunda, por el contrario, nos señala que la expectativa que se tiene frente a un estímulo influye en su real (objetiva) percepción.

La segunda ley descrita anteriormente nos permite explicar diversos fenómenos que ocurren a diario como la ilusión amorosa, prejuicios, mecanismos de defensa como la evasión, las altas espectativas frente a un proyecto, la espectativas de victoria en un juego de azar y otras tantas que se pueden estandarizar bajo la relación que se hace de que con cero espectativas es igual cero frustración.


Ciertamente, nuestra experiencia va forjando prejuicios que se tendrán frente a hechos (u objetos) venideros de similar magnitud, que distorciona tanto su percepción como la experiencia que se tenga con éste. Quizás la respuesta se resume en las sencillas palabras que Albert Ellis forjó para crear su terapia racional-emotiva; "No son los hechos, sino lo que pensamos sobre los hechos, lo que nos perturba". La respuesta a este problema es simple; eliminar los prejuicios o, como dice Nietzsche, ir más allá del bien y del mal.


Lo anteriomente descrito podemos clarificarlo con el siguiente ejemplo. Ya hace casi dos semanas que fue electo Sebastián Piñera como el próximo presidente chileno, la polarización de prejuicios ha sido algo más significativa que las anteriores elecciones realizadas en nuestro país. ¿La razón? La victoria de la oposición que para según una de las tantas predisposiciones perceptivas que han tenido los siguientes opositores es que esta victoria puede significar una situación similar a la ocurrida hace ya 40 años en Chile o que Chile será vendido o que los empresarios van a robar o que sólo la clase alta se beneficiará. Al contario, sus partidistas ven en él el cambio que tanto se requeriría para mejorar Chile, lo ven hasta como el salvador de un país que para ellos está mal.


¿Cuál es el verdadero problema que se genera entonces? Que con la exhaustiva cantidad de prejuicios que se tienen lleva a la presiones a conflictos teóricos a priori del mandato, conclifctos que llevan a las personas a desgastarse innecesariamente frente a hechos que no se podrán cambiar y que si hasta ahora ni siquiera se ha llevado el cambio de mandato, ¿cómo, entonces, podemos evaluar algo a priori?


La relfexión final que se les deja es: "es cierto que todos debemos tener opinones, pero también es cierto que no podemos confundirlas con los prejuicios..."


*texto producido por el staff de fromdistantearth.blogspot.com, todos los derechos reservados.

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