martes, 3 de noviembre de 2009

El sentido de la vida…

El sentido de la vida…



A una persona que quiero mucho suelo, varias veces, comentarle de que la vida no tiene sentido y que somos cada uno de nosotros los encargados de darle uno. Además, he pensando, y lo creo cierto, que no exista persona que no se lo haya cuestionado alguna vez en la vida, en especial, durante aquella furtiva época donde la rebeldía y las pasiones son lo principal, os hablo de la adolescencia. Para qué mencionar a todos aquellos intelectuales de distintas épocas que filosofaron una y otra vez sobre este complejo tema propio del ser humano. Tampoco podemos dejar de lado todas aquellas mitologías o religiones que tratan de darle el sentido a la vida más allá de la vida, por más infantil que nos podría parecer a simple vista.

Alcanzar la felicidad, realizarse como persona, trascender a nuestra naturaleza, contactar a “dios”, alcanzar la paz espiritual, darse todos los gustos que se quieren, ser millonario, vivir en armonía, encontrar el verdadero amor, llegar a conocerse, hacer de este un mundo mejor, ayudar a los animales, servir a los demás, descubrir algo, dejar un legado, pasar a la historia, ser famoso, ir más allá de lo establecido, formar una familia, llegar a viejo, viajar, recorrer el mundo, ampliar el conocimiento, experimentar los máximos placeres, en fin, un sinfín de metas que existen para darle un sentido, o en otras palabras, una razón para morir… ¿por qué? ¿Vivimos para morir? De algún modo es cierto, pues como dirían algunos psicoanalistas, como Freud, o existencialistas, como Heidgger, la ansiedad que nos provoca el saber que nos moriremos, nos lleva a movilizarnos para que de alguna forma logremos bajar aquel nivel de ansiedad y olvidar por un momento aquel fatídico pensamiento o, simplemente, para que caminemos por un camino más placentero hacía aquel inevitable destino.

Pero, quizás, la mayor pregunta y, quizás, más difícil de responder sería ¿qué hacemos cuando perdemos las ganas o motivaciones por vivir? ¿Por qué no nos suicidamos cuando pasa eso? ¿Es tan fuerte el aferro natural a la vida que el suicidarnos lleva a pensarlo una y otra vez que, al final, no logramos concretar la idea? ¿Es un tema de valentía? ¿Nuestro código genético nos impide aquello, quizás, impulsado por aquel altruismo biológico que nos impulsa a conservar la especie? ¿Vale la pena hacerlo? ¿Nace en los momentos en que nos encontramos agobiado por aquella ansiedad? Un tema complejo que se ha abordado en conjunto con el sentido de vida y, que en muchos casos, se ha tornado como lo peor que el ser humano puede hacer; atentar contra su propia existencia.

Con el tema del segundo párrafo, recuerdo a los existencialista que nos señalan que somos dueños de nuestra vida y, por ende, podemos decidir cuándo ponerle fin (una opción válida), pues llegaremos al mismo punto todos los seremos humanos, de hecho, es la única cosa que sabemos cierta, todo lo demás es efímero, relativo y subjetivo que sustentas distintas experiencias que construyen el camino hacia la muerte… un tema fatídicamente cierto, por eso, simplemente, “vive y deja vivir”


*texto producido por el staff de fromdistantearth.blogspot.com, todos los derechos reservados.

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