martes, 29 de septiembre de 2009

Voluntad según Nietzsche...

Voluntad según Nietzsche...




Cada acción es algo infinitamente distinto del pálido cuadro que la conciencia nos traza de ella en el momento de su ejecución. Igualmente, difiere del cuadro de la imagen que la conciencia nos presenta ante el hecho –el fin de la acción igual al fin y al camino para llegar a ella-; innumerables trozos del camino que finalmente es recorrido no son vistos, y en el fin mismo es una pequeña partícula del resultado real de la acción. Los fines son signos: ¡nada más! ¡Señales! Mientras que, por lo general, la copia sigue al modelo, aquí se da una especie de copia antes que el modelo. En realidad “nunca sabemos” nosotros “complatemente lo que” hacemos cuando, por ejemplo, queremos dar un paso o emitir un sonido. Quizás este “querer” es sólo una sombra de lo que realmente está en devenir, una copia de nuestro “poder” y hacer, muchas veces una copia falsa en la que parece que no podemos lo que queremos. Nuestro “querer” es aquí un fantasma extraviado de nuestro cerebro, hemos entendido equivocadamente algún signo Cuando uno manda y queremos hacer lo que manda, nos encontramos después demasiado débiles; así el temor – o el amor- nos da un impulso, con el cual muchas fuerzas se ponen en movimiento. El primer resultado positivo sobre los nervios y músculos da la representación anticipada del “poder” y de ella nace la imagen anticipada del fin querido. Esta representación del fin nace cuando ya la acción está en devenir.


¿Son las representaciones motivos reales de nuestros actos? ¿No será quizás solamente la forma bajo la cual comprendemos nuestras acciones, un elemento concomitante que crea nuestro entendimiento en tales acciones advertidas por nosotros? La mayor parte de las acciones pasan inadvertidas y carecen de estímulo intelectual. Yo llego a creer que el acto intelectual, el proceso cerebral de una idea, es algo esencialmente distinto de aquello a que nosotros se nos hace perceptible como idea: conciencia son los menos y son la clase inferior de ellas. Los motivos de nuestras acciones permanecen en la oscuridad, y lo que nosotros tomamos por motivo no tendría bastante fuerza para haceros mover un dedo.

Por muy atentamente que miremos los movimientos que hace el agua al hervir, no por ello comprederemos mejor el “motivo de este hervir”. Lo mismo sucede con las acciones cuando queremos explicarnos claramente la tuida red de representaciones que llegan sobre este punto a la conciencia. Todos los efectos que nos hacen pensar en un fuego oculto: Pero es ridículo querer definirlo.

¡Extraño destino el del hombre! Vive setenta años y piensa haber sido algo nuevo y nunca visto en su tiempo, y, sin embargo, no es más que una onda en la que se continúa el pasado de los hombres, y trabaja siempre en una obra de enorme duración, por muy efímero que se sienta. Además, se siente libre y es, sin embargo un reloj al que se ha dado cuerda, sin fuerza siquiera para ver distintamente esta obra ni para cambiarla en una determinada dirección.

*texto producido por el staff de fromdistantearth.blogspot.com, todos los derechos reservados.

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